El antídoto contra loquitos

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El antídoto contra loquitos
El antídoto contra loquitos

Los celos de uno de los contrayentes tienen hoy su razón de ser en la movida de la gestión nacional, destinada a contener a un sector del macrismo. Objetable o no tanto, un repaso de lo que dice la historia y las recomendaciones a no perder de vista. Como en toda relación, es probable que el enojo se disipe y deje lugar al razonamiento más complejo. Y más hospitalario de los pasos dados.

F.P.

La conjunción de pandemia, zozobra internacional y crisis económica parece ser una lección que el gobierno nacional no está dispuesto a pasar por alto. En este contexto se produce lo visto el fin de semana, en la conferencia de prensa en Olivos que compartieron el Presidente Fernández, el gobernador Axel Kicilof y el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Algo alertado por la atenta mirada del amigo J.C. Ghioldi, de lo cual nos asimos para el desarrollo del presente artículo.  

¿Un siglo atrás el panorama para algunos países era diferente? En Europa, el cóctel de pandemia, contexto global enclenque y declive en las economías, lejos de concluir en una situación beneficiosa para la ciudadanía (mejora en nivel de vida, equiparación en reparto de ingreso y goce de beneficios republicanos) desembocó en algo hasta ese momento poco conocido. Y mucho peor.  

Luego de la pandemia desatada en 1918 por la “gripe española”, la que hacia 1920 había segado entre 40 y 50 millones de vidas, las secuelas también tuvieron la activa contribución de la cuantiosa ineptitud de los gobernantes que quedaron a cargo en países airosos tras la Primera Guerra Mundial. Lo mismo que las dificultades para gestionar una Europa en la que varias naciones que la integraban fallaron hasta en la aritmética al efectuar una división del trabajo y la producción con un criterio de absoluta desigualdad.

Una aproximación es lo que se refleja en un pasaje de la notable película “Lo que queda del día” (James Ivory, 1993), en el contraste marcado 18 años después por el personaje Jack Lewis (Christopher Reeve) en una conferencia previa a la Segunda Guerra Mundial. El discurso del senador estadounidense admite que sus contertulios europeos son “decentes, honorables y bien intencionados caballeros” aunque ello no basta en el virulento escenario europeo por venir en que estos mismos caballeros, por otro lado “son todos aficionados”. Mientras lo que requiere esta Europa de finales del 30 es de políticos profesionales.  

Estado larval del impresentable

Entre la década de 1920 y el comienzo de la siguiente, el Viejo Continente asistió a este contexto de sanciones abusivas entre las propias naciones –según la posición ganadora o perdedora en el conflicto bélico cerrado a fines de 1918-, muertes por “gripe española”,  miseria y malos gobernantes. Lo que fue el germen de movimientos demagógicos salidos de este pantano pestilente del que surgieron el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán.

Al comienzo de esta bisagra que fue 1919/1920, tanto Benito Mussolini como Adolf Hitler no pasaban de ser lo que en nuestros días llamaríamos unos “loquitos”. Ideas extremas, oratoria exaltada, escasa formación intelectual, abuso de los sofismas, planteo de soluciones simplificadas a problemas de alta complejidad y designación falsamente de una minoría como responsables de la situación socioeconómica.

Esto no dio mayor trascendencia política a ninguno, ni en la península itálica o en tierra germana, de las fallidas primeras experiencias electorales hasta que un golpe de Estado y el respaldo corporativo (de la mafia siciliana y los Agnelli de la Fiat) que llevó al poder al maestro nacido en Forli y abdicando de una breve militancia socialista, a convertirse en el “Duce”. Una parábola similar es la que transformó a un cabo austríaco, de pintor cachivache a saboteador de gobiernos centroderechistas -en sistema parlamentario-, a contar con poderosas subvenciones (Porsche, BMW, IG Farben y Hugo Boss -fabricante de los uniformes de las SS), hasta que aquel Adi o tío Wolf, terminase adoptando el título de Führer.

Senda a la irracionalidad

En el escenario de pandemia, zarandeo internacional y baja en las variables macroeconómicas, Alberto Fernández parece advertir que la guardia baja en los prójimos podría ser el caldo de cultivo para que prendan planteos delirantes. Hasta ahora con escaso predicamento, la derecha psiquiátrica arremetió últimamente con antojos conspirativos acerca del coronavirus, la cuarentena y la falsa antinomia entre salud versus economía.  

Pese al control de la situación epidemiológica a nivel nacional persisten las pullas al estilo de que “la salud bien podría ser sólo un estado óptimo que contiene malos augurios”, como ironizó el infectólogo Pedro Cahn este sábado por la noche en C5N. Dicho sea de paso: el científico sería una gran frustración para consultores, neogurúes y coaches  de la nueva era, espirituales o espectrales, ya que es evidente que comunica claro, rápido y sin fisuras. Además de la espontaneidad, que no es rasgo menor.

El tendido de la manta protectora, entonces, va mucho más allá de los macanazos o desmanejos sanitarios que la gestión porteña de Rodríguez Larreta perpetre en Ciudad de Buenos Aires. Al Jefe comunal porteño le aporta un cierto atributo de “seriedad” mantener una actitud colaborativa con quien oscila entre un 75 % y un 80 % de aprobación entre los argentinos, sin perder su condición de opositor y hacerlo en vistas de un fin superior (atravesar esta coyuntura sui géneris).

En contraste de esa conducta aleccionadora, el cetro de “duro” al que aspiraba el jujeño Gerardo Morales tal vez deba aguardar un tiempo más, a fin que esta postulación sea coronada con la correspondiente cucarda. La cordial “serenata” al mandatario vecino se la administró el sindicalista Pablo Moyano, quien le advirtió al gobierno jujeño –junto con su par salteño- que podría haber desabastecimiento de alimentos y bebidas, si persiste en el trato en extremo humillante a los camioneros que arriban a estos distritos del NOA.

Sin deponer la fijación de su objetivo político, al advertir el riesgo en que su petulancia le había autoinfligido el mismísimo Gobernador sacó de entre sus naipes a la versión Dr Jeckyll. “Pido disculpas a los camioneros por los inconvenientes y demoras en el ingreso a Jujuy”, publicó a las pocas horas de emitido el ultimátum del gremio Camioneros en la cuenta de Twitter que administra su homónimo, Gerardo Morales. Lo que bastó para reconfigurar la posición de Jujuy, también tácitamente la de Salta, ya que operan muchas veces como gemelas.

En lo que queda de mayo, es harto probable que los portavoces de la derecha sigan machacando en torno a un supuesto régimen de los científicos, lo que en la definición clásica sería un equivalente al gobierno de los mejores o aristocracia o el inverosímil enamoramiento de la cuarentena, con el que intentan proyectar a COVID-19 como si fuese Eleonora Wexler sentada a la mesa de café más próxima.

Hay derechas tóxicas y exasperantes, además de las otras que pueda haber pero que no conocemos. Son tiempos de andar con mucho cuidado, pero no recelando lugar del que provendrá la siguiente amenaza. A esto último ya lo sabe Balcarce 50. Y actúa en consecuencia, con el manual de historia bajo el brazo.  

NdR, 24 de mayo de 2020.  


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