#LaCampanaDeLaDivision
M.R.
Ya lleva 31 años el debate en torno a si este disco es un álbum de calidad o completa basura entre los seguidores de Pink Floyd. Es que un 28 de marzo de 1994 era lanzado en el Reino Unido el decimocuarto trabajo del conjunto británico, segundo sin el bajista y cantante Roger Waters.
Y acá nos enfrentamos con uno de los bandos floydianos, pues al equipo de NdR nos agrada bastante el período Gilmour que precisamente incluye a “The división bell” y al anterior “Momentary lapse of reason” en dicha etapa. Sin desmerecer las etapas previas con Roger Waters o la inicial, con el ´diamante loco´ Syd Barrett como motor creativo del Floyd sesentista.
Para el segundo trabajo de estudio, Gilmour, Richard Wright y el baterista Nick Mason se habían vuelto a agenciar a Bob Ezrin como productor encargado de darle el sonido distintivo. Lo cual lograrían, además de destacados músicos invitados tales como el saxofonista Dick Parry, la cantante Sam Brown como corista [NdR: si, la del hit ´Stop´] y el guitarrista Tim Renwick.
Además, la portada del disco le sería encargada al artista Storm Thorgerson, un ex integrante del estudio de diseño artístico Hipgnosis, con quien los PF habían trabajado desde fines de los años 60. Además, varias de las esculturas habían sido diseñadas por el artista Keith Breeden y construidas por John Robertson.
La canción más emblemática del álbum -“High hopes”- tiene en medio de cierta nostalgia por los años jóvenes, los amigos y la comunicación de aquel entonces una cierta alusión a Waters. Como se recordará, el ex bajista de Pink Floyd llegó a los estrados en la disputa legal por la utilización del nombre del conjunto, al que prefería sepultar luego de la separación producida en 1982.
Pese a todo, su aire místico posibilita a esta pista (firmada por Gilmour y Polly Samson, su esposa) una suerte de polisemia capaz de asociarla a otras esferas de la experiencia humana, en general. Al igual que el videoclip con todas esas banderas gigantes, barriletes ondeando en la brisa y pelotas inflables con tendencia a fugarse por ahí. En gran medida, “High hopes” impulso las ventas del disco que llegó a los 12 millones de adquisiciones.
El álbum también incluyó otros éxitos como “Marrooned”, “Take it back”, “Keep talking” y “Coming back to life” en un compendio altamente audible y disfrutable. A lo mejor sin esos lapsus como si fuesen reflexivos que habían caracterizado la etapa anterior. Es decir, otro Pink Floyd.
Lógicamente, “The división bell” también catapultó reacciones en contra, como era de esperarse desde su propio título (del inglés suele traducirse como “la campana de la división”). Hubo quienes consideraron este trabajo impulsado por la “avaricia” de Gilmour, Mason y Wright y una mezcla de rock progresivo con new age (Tom Sinclair, crítico de Entertainment Weekly) o un desempeño por debajo de lo que hasta ahí se conocía de Gilmour (Tom Graves, crítico de Rolling Stone) o “basura de principio a fin” (Roger Waters).
De todas maneras, más de tres décadas después lo recomendable sería escucharlo sin prejuicios. Lo cual convierte a “The división bell” en una misión bastante satisfactoria, mucho más que la música producida en aquella época y luego, mejor ni hablemos. 
NdR, 28 de marzo de 2025.