#ArmoniaMelodiaRitmo
El día del músico argentino, en homenaje a Luis Alberto Spinetta, es la excusa ineludible para diferenciar este arte como algo distinto del que se nos intenta presentar como tal desde plataformas digitales, dedicadas a promocionar vaya a saber qué cosa. Y el contraste evidente es el caso que tuvo como protagonista a la “cantante” brasileña Maraisa, cuando días pasados en una actuación se mostró dubitativa entre agarrar el micrófono y una botella de Kashaça, mientras la pista con su voz seguía su curso. De manera totalmente independiente.
Ciertamente, la industria cultural del vecino país no contribuirà a espantar la presunción que las delikatessen musicales se las guarda para tierra adentro y al excedente lo suele enviar al incauto público de países limítrofes. Mucho del cual es atraído por las remembranzas de haber pasado una breve temporada veraniega en playas cariocas, reforzando el concepto que sus habitantes son siempre gente divertida.
El hecho fue que Maraisa (rebautizada “Ana Botella”) se vio obnubilada por el envase de vidrio, pero más que eso, por el contenido del recipiente, en pleno show. Sobre tablas de su país entonaba “Evidencias” -cantado por Ana Gabriel- cuando en pleno recital se centró sobre la Kachaça, soslayando el micrófono y suministró la impresión a los fanáticos que todo era mímica, playback, engañifa. Incluso, a uno de los seguidores que desde la primera fila se lo advirtió a la modelo y cantante, tras lo cuál efectivamente Maraisa rectificó su elección y volvió a empuñar el micrófono.
El hecho cobró trascendencia internacional con la aparición del video. Pero más que eso, luego que en las últimas horas de esta semana lo publicase en X el cantante David Coverdale, líder de Whitesnake (ex Deep Purple). Y de ahí, el chubasco se empardó con recientes affaires en el rock y el pop, tales como los de Mötley Crüe y los Milli Vanilli y su respectiva imposibilidad para emular en vivo lo obtenido en las grabaciones en estudios.
Curiosamente, o no tanto, los números del hip-hop, el rap y el reggaetón ni siquiera fueron considerados en este debate relativo a la integridad artística, pese a que resulta notoria la dificultad para ligar los ampulosos movimientos realizados en vivo con lo que se escucha por los parlantes. Son números de baile, antes que nada, en este último caso. Como tales, pueden considerarse shows. Otra cuestión es lo artístico o lo musical.
NdR, 23 de enero de 2024.