#Divaguesposmo #Unencuadreposible
Por: Federico Pérez  (*).
El buenudismo, como peldaño que sucede al buenismo, dio a conocer esta semana su denominación que también estrenó: el plantismo. No se trata, por cierto, de algún culto al cantante Robert Plant –bien merecido lo tendría-, sino a las plantas y su tendencia a conectar más allá de cualquier escrúpulo de la genética o de los vínculos parentales.
“Se conectan incluso con cosas que no son plantas”, brindó como principal revelación Noelia Billi, filósofa quien sacó patente de principal cultora del plantismo. La investigadora le comentó a mitad de semana al diario Página/12 este objetivo que trasciende la mera guerra contra el patriarcado, hasta llevarlo adelante desde un ámbito de reflexión “no antropocentrada”.
Por lo tanto, la que –precisamente- cultiva la reflexionadora es otra de las variantes posmodernistas, encuadradas como desarrollos experimentales, las que para otros investigadores enfilan más para el lado del charlatanismo con verba pseudocientífica. Desde esta baldosa, Billi entrevió que “en el siglo XX aparece una idea de la globalidad”, curiosamente equiparada a “que si se acaba la vida humana explota el mundo”. Lo cual, más que globalización parece acercarse a la idea de Apocalipsis.  
De todas formas, para tranquilizar la filósofa apuntó que “lo cierto es que probablemente termine la vida tal como la conocemos pero no va a explotar el mundo”. En cuyo caso, igual toda reflexión al respecto pasaría a ser superflua (completamos nosotros), sin la existencia de algún ser que perciba con sus sentidos e internalice aquel mundo post humano por sobrevenir.
En el mixer de todo posmo que se precie de tal, la pensadora del plantismo enumera posiblemente a modo de catálogo “los procesos de descolonización, y una serie de fenómenos para pensar lo local y lo global, lo planetario y la escala”. Una sedimentación aleatoria de conceptos que, sin embargo, remiten –aunque vagamente en su caso- a nociones bastante humanas provistas por la geografía, la astronomía y  la física.
Y en otro de los pasajes que mayor perplejidad generan, Billi pondera su hipótesis más original: “tiendo a pensar que es la primera vez que aparece la idea de la posible extinción humana causada por el hombre, sobre todo a partir de la creación de la bomba atómica”. Un postulado que a lo mejor sugiere la conjetura de un alienígena recién llegado a este planeta, por lo tanto, desconocedor de profecías bíblicas o vaticinios de Miguel de Nostradamus –hacia el año 1.500-, por citar ejemplos de oráculos que la precedieron en varias centurias.
Otro eje posmo es el anti racionalismo. Billi también cumple con este precepto, pues reniega de todo punto de vista basado en la “Ilustración que fue exclusivo de un grupo minúsculo de varones, europeos, heterocisexuales, con un determinado modo de vida e ideales” [NdR: ¿Marie Curie sería un ejemplo? ¿Tal vez Lise Meitner? ¿O Hedy Lamarr?]. A partir del cual, se declara portavoz de un “anti humanismo crítico”, por lo cual propone algo que denomina “un post humanismo no antropocentrado”. Sea lo que sea que signifique este estruendo de palabras, al cual el filósofo Alan Sokal denomina “logorrea”.
Es claro que en medio de este lenguaje ampuloso y el simple regodeo ante la sonoridad de algunos vocablos, no sea posible hallar más que una artimaña para adornar con un envoltorio de misticismo conceptos desarrollados tiempo atrás por varias disciplinas científicas. Por otro lado, a lo mejor una propuesta similar de anti humanismo es la que invita a pensar en amenazas a la institucionalidad, por sobre los padecimientos con la hambruna infantil que ocurren acá nomás, en el departamento Rivadavia. O en cualquier otro distrito con problemas alimentarios en el área metropolitana de Salta u otra capital provincial.
De hecho, la intención por dejar de centrar la problemática científica en lo humano, en general, o en deshumaizar, es el decálogo que guía al neoliberalismo. Lógicamente, los pensadores de esta corriente neocon se reservaron algo bajo el manto de lo implícito: la designación de tal concepto, lo humano, únicamente en los de su selecto grupo.  
Por lo tanto, es bien sabido los senderos que recorren todas estas variantes que se dan como misión derribar la construcción del pensamiento lógico, riguroso y contrastable. Cualquiera sea el neologismo o todo artilugio lingüístico que reclamen como marca a difundir y divulgar.
En general, esta corriente del plantismo sigue la línea de proponer algún soporte intuitivo, mistificador y no científico, al que cualquier movimiento ultra probablemente recale en algún futuro. No muy diferente a lo que en el pasado invitaron otras variantes new age, con un cierto desdén por la ciencia tal vez por la imposibilidad de hacerla.
(*) NdR, 5 de noviembre de 2022.