El geiser del disgusto con la pantalla

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El geiser del disgusto con la pantalla
El geiser del disgusto con la pantalla

La deserción de espectadores de la televisión abierta alcanzó niveles de alarma en este rubro. Una caída al final del presente año que llegó a -17 % y responde a causas intrínsecas, antes que a la competencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Como sea que esto fuere, lo vemos (o no) a continuación.


#LaCaquitaBoba

M.R.

El desplome de audiencia de la televisión abierta criolla es un hecho innegable, preocupante y excede en cantidad este cambio de preferencias a nivel mundial. La causante puede ser la modalidad bajo costo de las producciones audiovisuales, agravada por conductores hablando sobre ellos mismos a pesar de ser desconocidos o muy poco conocidos.

En los tres meses finales de este año, el encendido descendió un 17 % en nuestro país y a un ritmo más acelerado que en otras sociedades. Además de la ampliación de oferta por medio de nuevas tecnologías, la fuente de tal rechazo de masas podría hallarse en la falta de novedad en la oferta: ausencia de programas de humor (el último de este tipo, “Peter Capussotto y sus videos optó por quedarse en Youtube) y de ficción.

En reemplazo, proliferaron los envíos de tv abierta con decenas de ´panelistas´ intentando teorizar acerca de la vida íntima de aparentes famosos (u otros panelistas estelarizados en este mismo tipo de programas), y al rato siguiente del clima, de la política, economía, origami, chinchón, juego de sapo, ufología y espiritismo. Todo ello, sin la precaución del conocimiento más elemental sobre la materia específica.

De manera concurrente, el espectador suele encontrarse a diario con presentadores y conductores jugando infructuosamente a darse de graciosos o fatigando prójimos con anécdotas personales que obstruyen la narrativa de un hecho de interés público. Los nostálgicos podrán decir: se extrañan los modos de Juan Alberto Badía, Héctor Larrea, Cecilia Laratro o Víctor Hugo Morales, quienes jamás osarían interponer un evento que los tiene como protagonistas y anteponer esto a una noticia.

El asunto es que la conducción en la televisión abierta se empantana en relatos de la vida privada correspondiente a figuras ignotas o de escaso interés, en la visión de los televidentes ¿En qué modificaría conocer el dato que un presentador de noticias visitó alguna vez Hawai, cuando el hecho noticiable es la entrada en erupción del volcán Kilauea?

En los últimos 20 años, la televisión abierta en nuestro país vio alejarse a más de un 52 % de los televidentes, según Kantar Ibope. Tal vez, al calor de la falta de profesionalidad en los conductores y presentadores que todavía moran en las decenas de programas informativos -salvo unas pocas excepciones- y los magazine´s plagados de indoctos traficados con el rótulo de ´panelistas´.

A lo que se podría adicionar esos envíos que incitan a lograr fama instantánea, fuere a través de cualquier morisqueta o arrojo por conducta inescrupulosa, o bien mediante el canto, el baile y los gritos en el estudio. En la actualidad, es casi imposible escudriñar la programación en busca de un presentador televisivo que evite dar alaridos!

Por ello, cabe intuir que la merma en la calidad de estos productos se encuentra yuxtapuesta a la macilenta inversión empresarial en producciones novedosas. Y a su vez, esto es detectado por el receptor, quien apaga el aparato y baja la cantidad de anunciantes. Un entrelazado circular y perjudicial para esta modalidad de transmisiones que alguna vez supo alternar formación, información y entretenimiento. Mucho antes que llegara la actual melange de todo lo anterior, sin llegar a completar ninguno de esos formatos.

La proyección tampoco parece muy auspiciosa si hemos de notar el pichuleo en que incurrieron varios canales de aire. Tales como el prodigio de colocar cámaras en estudios de radio, a fin de televisar esos diálogos y proponer un crossover entre el hemisferio del audio y el de lo audiovisual. Un “descubrimiento” que, en realidad, tiene más de 25 años cuando lo hizo Radio La Red para varios de sus programas, allá por 1999, cuando empezaban a sentirse en el bolsillo los primeros coletazos de un maremoto que cobraría toda su intensidad dos años después. 


NdR, 24 de diciembre de 2024.

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