Más allá del clima festivo que intenta impostarse ante los medios de prensa, los datos concretos de los comicios porteños prendieron todas las luces de alerta. Un millón y medio de electores decidió no participar, con lo que el nivel de concurrencia fue inferior al promedio registrado en 2001. Es decir, peor que aquel año de catástrofe social, económica y política grabada en la visión de millones de connacionales.