El antídoto y la ponzoña

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El antídoto y la ponzoña
El antídoto y la ponzoña

A riesgo de ser reiterativos, la palabra de la ciencia es la única que vale en casos actuales como el de esta pandemia. Por esta misma razón, hay que volver sobre los elixires apócrifos que son presentados como solución a este mal. Mientras el mundo aguarda por la vacuna contra el COVID-19, única vía razonable para inmunizar.

M. Rocamora(*).

El dióxido de cloro ya fue desacreditado como inverosímil para la prevención de COVID-19, también de cualquier otra enfermedad o dolencia, pero el papanataje mantiene expectativas que surja alguna prueba científica en contrario. Las pistolitas laser apuntadas hacia la cabeza permiten la toma rápida de temperatura y eventualmente la detección de uno de los síntomas de coronavirus, pero en paralelo pueden generar algún trastorno en el funcionamiento del cerebro.

Las cámaras sanitizantes que rocían con lavandina posibilitan una rápida ilusión de andar por ahí, libres de partículas, sin embargo hay galenos que las asimilan con alguna irritación en las vías respiratorias -además del desteñido en prendas de vestir. Algo de esto es a lo que nos referimos en nuestra publicación de cuatro meses atrás (ver artículo “Otras soluciones mágicas”, NdR 19 de abril de 2020), respecto a tales curas milagrosas y tratamientos prodigiosos.

Claro que el dióxido de cloro anteriormente ya fue publicitado como sustancia para blanquear dentadura y hasta en casos de enfermos de cáncer, sin otro aliciente que la desesperación de los damnificados o familiares que intentan alguna vía poco ortodoxa para inducir una mejoría. Este famoso dióxido es una solución al 28% de clorito de sodio en agua destilada.

Su único uso comprobado, y por ello mismo recomendable, es el de blanqueador en el rubro de la celulosa y para descontaminar superficies industriales, ya que se asemeja a la lejía o el cloro. "Es un desinfectante comercial que en ningún caso debería ingerirse", le dijo unos meses atrás Miguel Ángel Sierra Rodríguez, catedrático de Química de la Universidad Complutense de Madrid, al portal de la BBC.

Esta semana que transcurrió, el 4 de agosto, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica  (ANMAT) reiteró su advertencia que “los productos que se promocionan con esta composición no están autorizados como medicamentos o suplementos dietarios ni cuentan con estudios que demuestren su eficacia”.

La entidad encargada de controlar alimentos y remedios se refirió a los “informes” que circularon en redes sociales y portales, por lo cual recordó que este producto  “no cuenta con estudios que demuestren su eficacia”, por lo cual no cuenta con la correspondiente autorización “para su comercialización y uso”. Una indicación que a fines de los años 80 desembocó en la formación de un mercado negro para la crotoxina, otro brebaje milagroso transado de manera inescrupulosa, amparado en un gran circo en medios de prensa y desoyendo refutaciones de la comunidad de investigadores y expertos.

Lord of miracles

Volviendo a este nuevo “milagro”, ANMAT citó un documento de la Organización Panamericana de la Salud, el cual puntualizó que “la ingesta de dióxido de cloro y el clorito de sodio reaccionan rápidamente en los tejidos humanos y si se ingieren, pueden causar irritación en el esófago y estómago, dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea e intoxicaciones severas, entre otras complicaciones que pueden incluir graves trastornos hematológicos, cardiovasculares y renales”.

Por añadidura, que “la inhalación puede generar edema pulmonar, broncoespasmos, neumonitis química y edema de glotis, entre otras complicaciones respiratorias como bronquitis crónica y erosiones dentales, así como complicaciones en otros órganos del cuerpo”.

Incluso, el organismo se remitió a un comunicado difundido en 2016, alusivo al MMS milagroso suplemento mineral”, un “derivado del clorito de sodio (similar a los actualmente comercializados) que se presentaba como un tratamiento alternativo para varias enfermedades”. En función de lo cual, insistió en su recomendación de “no consumir productos que contengan dióxido de cloro o sustancias relacionadas (clorito de sodio, hipoclorito de sodio, lavandina) ya que no hay evidencia científica sobre su eficacia y la ingesta o inhalación de estos productos podría ocasionar graves efectos adversos”. Por si no se entendió la vez anterior.

De todas maneras, la irrupción en América del sur de gigantes farmacéuticos y químicos ha llamado la atención de medios europeos también por la publicidad engañosa de las supuestas virtudes de la ivermectina. BBC aclaró sobre este compuesto que si bien este producto “está aprobado para el uso contra gusanos parásitos, se oye cada vez más como medicina para tratar o prevenir el coronavirus, y de nuevo, no hay evidencias de su efectividad”.  

A la editorial británica, reconocida mundialmente por su seriedad informativa, le llamó la atención “un video publicado por una cuenta boliviana con la etiqueta ´Ivermectina puede salvarlo de Covid-19´ en el que aparece un pastor mexicano”, el que fue compartido 300.000 veces en la red social Facebook (una de las más usadas en el vecino país y  que al parecer aún conserva cierta credibilidad entre los ciudadanos).

Por el contrario, BBC admitió que la ivermectina está siendo sometida a pruebas, junto con muchos otros medicamentos, a fin de evaluar su posible utilidad en la lucha contra el virus que hoy preocupa al planeta. Aunque la Organización Panamericana de la Salud alertó que tales contrastaciones "tenían un alto riesgo de sesgo, muy poca certeza de la evidencia y que las pruebas existentes son insuficientes para llegar a una conclusión sobre los beneficios y los daños". Es decir, nada. Otra vez.  

(*) NdR, 9 de agosto de 2020. 


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