La letra y lo escarlata

- ASUNTOS DE FONDO

La letra y lo escarlata
La letra y lo escarlata

En relación al asunto de Derechos Humanos que se reflotó este fin de semana XL, la exaltación de villanos y héroes puede resultar algo confusa. Mucho más cuando se trata de Jorge Luis Borges. Un escritor que en general es asignado al bando contrario, en un yerro muy al corriente.

#Borgesylosderechoshumanos #Paradojasrioplatenses

F.P.

Entre los pliegues de la rivalidad de cancha, aún permanece oculta para las inmensas mayorías el nexo que el autor de “El aleph” mantuvo con la última dictadura cívico-militar. Es algo así como un Argentina-Alemania, un River-Boca, o un Newells-Central cada debate asaderil acerca de qué figura pública fue más o menos cercana de la gavilla que asaltó el poder criollo hacia 1976.

Por lo cual, en una confrontación Borges-Sábato el literato de Santos Lugares tal vez resulte beneficiado por su desempeño en la CONADEP. En tanto, los detractores propenderán a la ponderación del primero como un facho-friendly, dado su declarado fervor antiperuca [NdR: el cual remite a fines de los 40 cuando fue reducido a inspector de aves, degradación que sucedió a su anterior nombramiento como director de la Biblioteca Nacional].

Sin embargo, es menos conocido que el ferviente admirador de Pink Floyd –Borges- rectificó tempranamente su respaldo a la junta militar y hacia 1980 condenó abiertamente a la pandilla criminal instalada a punta de pistola en Balcarce 50. En ese año, el diario español El País reseñó que JLB  “ha conmocionado a sus conciudadanos criticando por vez primera el régimen del general Videla”.

Como recordó días pasados el abogado y periodista Pablo Llonto, el autor de “Historia universal de la infamia”, incluso se disculpó con los familiares de detenidos-desaparecidos por tal reacción tardía, debido a su problema de ceguera que le impedía la lectura de diarios [NdR: lo que de todas maneras no hubiese servido de nada, dada la censura y la autocensutra imperante]. Esto en lo personal, ya que hacia 1979 y 1980 –con los triunfos en el Mundial 1978 y el juvenil del año siguiente- eran pocos los que izaban el índice inquisidor hacia los milicos. 

El literato alumbrado en una casa de calle Tucumán 840 solía cultivar amistades bien circunscriptas. Principalmente, con Adolfo Bioy Casares como también con Victoria y Silvina Ocampos, no tanto por sus maneras aristocráticas, sino, más bien por la deliciosa oratoria del terceto antes mencionado.

La cuestión es que con el autor de “El túnel”, poco y nada. Es probable que nunca hubiesen intercambiado pareceres en relación a la cuestión del gobierno de facto, al menos cara a cara [NdR: aunque alguna leyenda propende a señalar ocasión según la cual se produjo tal intercambio, una mañana en la que Sábato visitó a Borges, quien garabateaba en un papel “aiaiaiopaieio”, descartada en un tacho de residuos y luego rescatada por su interlocutor].

Sin dudas, Sábato resulta una figura antiperuca más amigable para los degustadores de solapas de libros (pero no de su contenido). Dada su construcción de un Belcebú y un Baal Fagor que indignó a militantes por los Derechos Humanos, en la línea de la recientemente fallecida Hebe de Bonafini, el literato de Santos Lugares se instaló en dicho pedestal a los ojos de tal sector. Pero su participación en dichos  asuntos sucedería recién hacia 1985. 

Antes, hacia el 75 y 76 ambos ambas figuras literarias habían acercado posiciones y luego compartido un almuerzo con el dictador Jorge Rafael Videla. El mencionado anfitrión, como resulta sencillo suponer, se manejó taimadamente y las atrocidades luego perpetradas emergieron a través de relatos orales o alguna que otra publicación de medios de prensa internacionales. 

El pronunciamiento de Borges contra la dictadura cívico militar, publicado en el diario La Prensa en 1980, agilizó su agenda internacional. De hecho, retomó sus conferencias en diversas naciones del globo terráqueo, luego de firmar solicitadas públicas junto a la Liga Argentina por los Derechos Humanos. En ellas, pedían la aparición con vida o el testimonio formal en cuanto al paradero de miles de argentinos.

Un 13 de agosto de 1980, Borges firmó (junto a Bioy Casares, entre otras figuras) una carta abierta publicada en el diario Clarín. Allí, junto a Madres de Plaza de Mayo y familiares de detenidos y desaparecidos, exigió que los militares publicasen el paradero de los miles de connacionales encarcelados clandestinamente, torturados y asesinados. Un compromiso que el autor de “Arte de injuriar” había asumido unos días antes, cuando en su departamento de calle Maipú recibió a dos madres.

NdR, 21 de noviembre de 2022.   


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